Me equivoqué porque pensé que entendíamos el mismo silencio, porque pensé que éramos cómplices del mismo daño, porque pensé que pese a todos los errores y todos los defectos, se alzaba entre los dos el compromiso de una misma pasión, de un mismo deseo. Pero entonces, descubrimos que el deseo y la pasión, traicionan, destruyen, agreden, no hay pasión sin agresión, sin poder. Porque nunca pudimos ceder el poder, el poder nos consumió, a ti y a mi. Porque entre todas las historias nunca habrá una, como la de la increíble destrucción de la más sensible de las pasiones, de la más descarada e inaudita. ¿Es entonces suficiente un encuentro para comprenderla? Nunca lo sabremos.
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