la salida

la salida

martes, 15 de abril de 2014

Yesterday.

No eres tú, ni es él, soy yo. La única que encontró las mil salidas a los diferentes laberintos. La que intentó escribir historias incompletas bajo sentimientos falsos y superficiales. La que decidió mirar la luna sin contemplar su esplendor. La que decidió caminar bajo el sol sin percatarse del calor producido por sus rayos. Yo fui la que decidí ver en paraísos, solamente desiertos. Yo fui la que decidió contenerse en vez de enfrentarse a ese gran monstruo, que se creó, en el único lugar en donde pudo quedar atrapado por años: mi mente. Caí en la desesperanza, en la hipocresía, en la mediocridad. Caí en el peor de los hoyos, en el peor de los pozos. Caí en una monotonía cruel, donde la única salida, era entonces la que me cerraba las puertas, para entonces seguir atrapada. Vivía atrapada en la oscuridad, y lo peor, es que me fui acostumbrando a ella. Me fui acostumbrando a ser cínica, a despreocuparme. A solo mirar para mi, a solo mirarme a mi. A dejar de buscar respuestas y ensimismarme en las causas. A lograr culpar a todos y cada uno de los presentes a mi alrededor de mi infortunio, menos claro, a mi misma. Afortunadamente en lo incomprensible de mi personalidad, encontré por fin, ese ser yo misma, ese descubrirme otra vez. Ese saber, por fin, y de nuevo, qué era lo que necesitaba para encontrar la salida. En el camino, lastimé a varios, y a mi; todos daños colaterales de la incongruencia y desesperanza en la que vivía. Pero ahora no puedo ser más que congruente, decidida a lo que necesito y quiero. Por ellos, por el tiempo que dejé que me consumiera mi indecisión. Porque necesito más que nunca ser yo, para regresar a ese dulce sueño de creerme invencible, de saberme constante y de saberme tranquila. Porque la calma sí llega después de la tempestad. Porque dentro de todo, de todas y cada una de las experiencias vividas, uno siempre obtiene lecciones, uno siempre sonríe, uno llora, se enoja, reclama. Pero sobre todo, gracias a nuestra increíble plasticidad cerebral, uno crece, uno madura, uno reflexiona, analiza, critica. Uno vive. Uno escoge con quién compartirla, uno escoge con quien perder el tiempo, uno escoge por donde caminar, uno escoge con quién platicar, uno escoge con quien mostrarse total y completamente. La vida está llena de decisiones. Y vivir sin poder decidir, es el suplicio más desafortunado. Afortunadamente, tampoco eso dura para siempre. 

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