la salida

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lunes, 3 de febrero de 2014

Lunes

Hay semanas donde no importa qué día es, porque no es importante el día ni la hora. Porque da igual si hay sol, si hay luna. Es de esos días donde sólo presto atención a sus ojos, a sus palabras, a su cabello. Donde sé que él se quejara de algo, para después sonreír y decir que realmente no era tan importante. Donde hará uno de sus tantos comentarios donde sabe que me molestaré, pero pronto jugando, me dirá que mi fruncir de ceño es de las cosas más bonitas que ha visto. Donde la incongruencia se apodera de ambos, porque sabemos que al ser tan distintos no es posible que nos queramos tanto. Porque a pesar de mil vaivenes, solamente nosotros nos sabemos uno, en esta infinidad de momentos, de vidas, de encuentros. Porque nuestro encuentro fue el más inesperado, el más inmaduro, el más incomprendido. Pero de todos los encuentros que habíamos tenido, fue el que detuvo nuestro tiempo, el que detuvo nuestros días, nuestras horas, nuestras vidas. El encuentro que se rodeó de viento, de noche, de tardes largas, de mil sabores. El encuentro que definió qué tanto podíamos ser para el otro, para nosotros mismos. El encuentro que se sabía boicoteado por la vida, por la rutina, por la casualidad, pero el encuentro que permaneció a pesar de cualquier pretensión de perfección. Porque sabernos juntos en estos tiempos, porque entendernos con nuestras historias, porque querernos en el futuro, en el presente, y en el pasado, serán siempre como ese Lunes de nuestro primer encuentro. Ese Lunes donde decidimos descubrirnos, donde decidimos querernos, donde decidimos amarnos, donde decidimos seguir estando. 

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